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martes, 30 de agosto de 2016
jueves, 4 de agosto de 2016
"Los laicos son el mayor potencial
del cristianismo"
Los necesitamos más que nunca
José Antonio Pagola, 04 de agosto de 2016 - Religión Digital
Es la
hora de reaccionar, despertar nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro,
incluso en una Iglesia vieja y cansada
(José Antonio Pagola).- Las
primeras generaciones cristianas se vieron muy pronto obligadas a plantearse
una cuestión decisiva. La venida de Cristo resucitado se retrasaba más de lo
que habían pensado en un comienzo. La espera se les hacía larga. ¿Cómo mantener viva la esperanza?¿Cómo no caer en la
frustración, el cansancio o el desaliento?
En los evangelios encontramos diversas
exhortaciones, parábolas y llamadas que solo tienen un objetivo: mantener viva
la responsabilidad de las comunidades cristianas. Una de las llamadas más
conocidas dice así: «Tened ceñida la cintura y
encendidas las lámparas». ¿Qué sentido pueden tener estas palabras
para nosotros, después de veinte siglos de cristianismo?
Las dos imágenes son muy
expresivas. Indican la actitud que han de tener los criados que están esperando
de noche a que regrese su señor, para abrirle el portón de la casa en cuanto
llame. Han de estar con «la cintura ceñida», es decir, con la túnica
arremangada para poder moverse y actuar con agilidad. Han de estar con «las
lámparas encendidas» para tener la casa iluminada y mantenerse despiertos.
Estas palabras de Jesús son también hoy
una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad,
sin caer en la pasividad o el letargo. En la historia de la Iglesia hay
momentos en que se hace de noche. Sin embargo, no es la hora de apagar las
luces y echarnos a dormir. Es la hora de reaccionar, despertar nuestra fe y
seguir caminando hacia el futuro, incluso en una Iglesia vieja y cansada.
Uno de los obstáculos más importantes para
impulsar la transformación que necesita hoy la Iglesia es la pasividad generalizada de los cristianos.
Desgraciadamente, durante muchos siglos los hemos educado, sobre todo, para la
sumisión y la pasividad. Todavía hoy, a veces parece que no los necesitamos
para pensar, proyectar y promover caminos nuevos de fidelidad hacia Jesucristo.
Por eso, hemos de valorar, cuidar y
agradecer tanto el despertar de una nueva
conciencia en muchos laicos y laicas que viven hoy su adhesión
a Cristo y su pertenencia a la Iglesia de un modo lúcido y responsable. Es, sin
duda, uno de los frutos más valiosos del Vaticano II, primer concilio que se ha
ocupado directa y explícitamente de ellos.
Estos creyentes pueden ser hoy el fermento
de unas parroquias y comunidades renovadas en torno al seguimiento fiel a
Jesús. Son el mayor potencial del cristianismo. Los
necesitamos más que nunca para construir una Iglesia abierta a los problemas
del mundo actual, y cercana a los hombres y mujeres de hoy.
lunes, 28 de marzo de 2016
martes, 9 de febrero de 2016
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